Su constructor, Horacio Pagani, bautizó al sucesor del Zonda con el nombre del dios del viento de los indios Aymara, haciéndole un justo honor a las leyendas con un bólido que acaricia el aire mientras lo corta velozmente. La extravagancia exterior continúa puertas adentro, (al igual que con su predecesor) con un interior de estilo barroco/steampunk en donde abundan los materiales nobles y donde reside una de la palancas más curiosas, con un mecanismo abierto que nos deja ver las 67 piezas en acción. Sin embargo, una de las mayores particularidades de esta palanca es su redundancia, ya que la función del cambio de velocidad de la caja secuencial también puede operarse desde las paletas detrás del volante.